La I+D+i agraria, esencial en la transición a un sistema alimentario europeo sostenible
Natalia Bellostas, directora gerente de INTIA
En las últimas semanas y con motivo de la guerra en Ucrania la preocupación por la seguridad alimentaria de nuestro continente ha ido en aumento. La invasión del “granero de Europa” por parte de Rusia está disparando el precio de las ‘commodities’ (trigo, cebada, cultivos proteicos), tanto por el bloqueo de las exportaciones en el Mar Negro como por el temor a la escasez de estas materias primas que pueda resultar en especulación. A esto se añade una subida sostenida de los precios del grano en los últimos meses por el incremento del coste de gas y por tanto de los fertilizantes nitrogenados.
Esta subida en los precios de las materias primas está llevando a agentes importantes a nivel europeo a cuestionarse la pertinencia de los objetivos de la Estrategia “De la Granja a la Mesa”, Plan estrella del Pacto Verde Europeo para la transición del sistema agroalimentario europeo hacia la sostenibilidad. Varios parlamentarios europeos, la industria de inputs agrarios y los sindicatos agrarios (que nunca han visto la Estrategia con buenos ojos) entre otros, han hecho llamamientos para rebajar su ambición ambiental. Incluso el propio Comisario de Agricultura Janusz Wojciechowski ha declarado que “si la seguridad alimentaria está en peligro, debemos revisar los objetivos de la Estrategia ‘De la Granja a la Mesa’. Según Euractiv, la razón fundamental de este cuestionamiento parece ser que, “ante la amenaza de una escasez de alimentos en el corto plazo, los agricultores y ganaderos europeos deberían enfocarse más en la producción de alimentos que en reservar tierras para la conservación de la biodiversidad”. Lo que subyace es el pensamiento de determinados agentes en el sector agroalimentario de que Europa necesita liberarse de las incómodas trabas ambientales que supone la Estrategia “De la Granja a la Mesa” para mantener la seguridad alimentaria del continente.
Sin embargo, la crisis en Ucrania, como lo fue la crisis de la COVID-19, no hacen sino reforzar lo esencial de esta estrategia y su pertinencia no solo de cara a responder a los desafíos que nos plantea esta crisis sino también para aumentar de forma progresiva la resiliencia de Europa frente a futuros choques. Entre otros motivos, porque tal y como destaca en su último informe el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) el mayor riesgo para la seguridad alimentaria a nivel mundial es el cambio climático, por la indisoluble relación entre la actividad agraria y los recursos naturales y ecosistemas en los que se basa esta actividad. Business as usual no es por tanto una opción viable.
Los objetivos de la Estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ abordan los desafíos a los que nos enfrentaremos en el medio plazo promoviendo la transición del sistema alimentario europeo de una manera integral hacia un sistema más sostenible. La Estrategia adopta un enfoque sistémico, reconociendo la interconexión entre todos los elementos (población, recursos, procesos, instituciones…) y actividades (producción, transformación, distribución y consumo) así como los resultados de estas actividades en la nutrición y el estado de salud de la población, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Precisamente es el enfoque sistémico de la Estrategia lo que permitirá a Europa abordar las otras dos grandes pandemias que sufre el continente en la actualidad: la obesidad y el desperdicio alimentario, ya que, según un estudio de la OCDE, el cambio a dietas más saludables tendría efectos positivos tanto a nivel de nutrición, como de seguridad alimentaria y sostenibilidad ambiental. Y parece que la Comisión no se equivoca tampoco por el lado de la demanda: según un estudio de la Organización Europea de Consumidores, 2/3 de los ciudadanos europeos están dispuestos a cambiar sus hábitos alimentarios para que la producción de alimentos en Europa sea más sostenible.
Uno de los sectores más afectados por la subida de los precios de las materias primas es la ganadería intensiva, altamente dependiente de los cereales y concentrados de leguminosas y oleaginosas. La reducción de la dependencia de la producción ganadera europea de los insumos importados desde terceros países es por tanto un objetivo fundamental en la transición hacia un sistema alimentario más sostenible y resiliente. El aumento de la producción de cultivos proteicos en Europa y una mayor utilización de los recursos locales a través del pastoreo permitirían transitar hacia una producción ganadera más autosuficiente desde el punto de vista alimentario, disminuyendo su huella de carbono y contribuyendo a la mitigación y adaptación al cambio climático.
La ciencia y la innovación son claves en la transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles y así lo destacó la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU el pasado septiembre. El gasto público en I+D+i agraria es contemplado por el Global Food Security Index (GFSI) como uno de los indicadores en la categoría “disponibilidad de alimentos”. Para España, este indicador está un 7,3% por debajo de la media mundial, y sitúan a nuestro país muy lejos de Irlanda, en cabeza del gasto en I+D agraria con más de un 60% por encima de la media mundial.
La inversión en I+D+i agraria debe por tanto ser una palanca fundamental para asegurar el cumplimiento de los objetivos de la Estrategia ‘De la Granja a la Mesa’, tal y como se recoge en la propia estrategia. A nivel nacional el PERTE agroalimentario recientemente aprobado, en cuyo Eje 3 se incluye el Plan Complementario de I+D+i agroalimentaria deberá ineludiblemente alinearse con esta Estrategia europea, financiando una I+D+i que permita abordar los retos asociados con la gestión integrada de plagas, la fertilización sostenible y la conservación de suelos, el aumento de la producción ecológica, la mitigación y adaptación al cambio climático, el bienestar animal, la conservación de la biodiversidad cultivada y no cultivada y la digitalización. En el caso de la innovación, será fundamental apoyar no solo la innovación tecnológica, sino también la no tecnológica, fomentando la emergencia de soluciones que, a la vez de abordar los retos ambientales, permitan el desarrollo de las zonas rurales.
Con la emergencia climática como telón de fondo, plantear la solución a la falta de abastecimiento derivada de la guerra de Ucrania únicamente desde la contraposición entre la producción de alimentos versus la protección del medio ambiente es cortoplacista y falla en reconocer la complejidad del sistema alimentario en su globalidad y el importante papel de la I+D+i agraria en la producción sostenible de alimentos. El sistema alimentario europeo necesita que la Comisión Europea respalde el despliegue y adopción de la Estrategia “De la Granja a la Mesa” en toda su dimensión y por parte de todos los países miembro. Es la única solución para que las crisis que vengan en un futuro no comprometan la seguridad alimentaria del continente.
Tribuna publicada en EFE Verde el 28 de marzo de 2022.